Infinita y lúgubre me atrapa el negro de esta noche.
Sólo los destellos de luciérnagas enamoradas iluminan el bies de mi mirada y titilan rítmicamente al paso de la melodía que resuena del recuerdo: «Pañuelo al viento y separados sólo por nuestro aliento mientras la música nos mecía bajo las estrellas.»
La soledad se difumina entre los crisoles de ayeres nuestros y así se han de perder estas horas para acariciar el alba en tus ojos míos.
En la antesala de unos versos tristes se tejen memorias milenarias, turbios nubarrones adormecidos en el arcano del tiempo fenecido. Los trinos tras el cristal empañado dan fe que hay vida más allá de esta aletargada espera. Aún así, la inquietante angustia se hace presente en mi apretada garganta. La incertidumbre trepida en mis mandíbulas, llueve hiel dentro de mis rasgadas paredes… Duele, hiere, mata… Viviana Lizana Urbina Chépica, Chile, Septiembre 16 de 2020
A veces se hace notar como el torrente del río, en otras ocasiones es un mar en calma que acaricia suavemente con sus olas la playa…
Recuerdo cómo refleja el sol su majestuosidad en el horizonte, en la hora precisa cuando se esconde y pinta el universo de mágicos colores, es así como tu mirada está grabada en mi alma.
No podría ni pensar en cerrar la puerta y dejar fuera de mí a quien vive en mí.
Ya es de noche, cuando todo debiera estar en silencio, escucho como si hubiese un torbellino en mi interior, miles de ideas y sentimientos gritan al unísono… Me ensordecen, me atontan, no logro clarificar las ideas. Tal vez sí, maldigo mi estupidez, el creer que puedo solucionar lo irremediable. Intento extraer la maldad que circunda nuestra hogar. Nuevamente he dejado caer los toldos que ocultan las ventanas, he apagado las luces, nada se ve, no hay ruidos, sólo escucho mi alma atribulada…
Y a quién pretendo engañar, la lluvia ha mojado todo, se ha enlodado el camino y tú, en vez de estar aquí, te refugias de una mísera gota bajo otro techo.
Así, a pesar de rimar versos llenos de nostalgia de lo nuestro, buscas extraviarte en tu burbuja de ayeres y repiqueteos de tu propia lluvia.
Y yo aquí, esperando el instante perfecto que cada vez se hace más distante.
Huye, ve tras tus huellas antiguas, ésas que se acompañaban con risas envueltas por leños de un hogar y rutinas a tu altura.
Sí, cegarme de lo evidente, no me parece… Eres amante de tu pasado y de él te has vuelto a enamorar.
Ya has sobrevivido a algún naufragio, ahora, no puedes seguir a la deriva.
Soñar, idealizar, creer, esperar, querer, son botes de salvación. Pueden llevarte a su playa…
Y el amor, el amar, ya están dentro gritándote: ¡Mueve tus brazos! ¡Eres capaz de llegar a la orilla! Sólo debes nadar con la esperanza de abrazarnos al fin para no perdernos nuevamente.
¿Dónde quedaron las auroras vestidas de esperanzas? Perdidas en la niebla de los campos antiguos, aquellos donde los aromas jugueteaban entre las hebras de mis sentidos, en esos donde mi piel madura se acariciaba con los destellos púrpura que asomaban entre las ramas que bailaban con la fría brisa del amanecer. Amaneceres indexados en las huellas que se llevaron las viejas aguas del infinito. Hoy, las madrugadas se visten de insidiosas incertidumbres y los pechos dolientes se esconden detrás de un cristal.
Viviana Lizana Urbina Chile, Abril 23 del año del dolor
Se extravía mi sentido entre cavilaciones e incertidumbres. Se pierde la firmeza de mis pasos al mirar el horizonte… Reconfortante sería el abrazo a mi conciencia, más no sé dónde quedó mi razón. Pasos doy al borde de este precipicio, se me estremece el alma, pero me sostengo de la brisa que me trae el aroma de ayer. Bañada de recuerdos frescos, remembranzas de los cálidos momentos que viví entre tu piel y la mía. Retrocedo de ese acantilado y retomo el camino de regreso a mí. No puedo depender del corazón y tus latidos, pero mi realidad es que la mayor fortaleza es el amor.Viviana Lizana Urbina
Me encontré de repente frente a mis latidos yertos, aquellos que otrora exudaban sentires.
Hoy son palabras que se esfumaron con la brisa en un mar calmo donde en su horizonte se acostó la tarde.
Extraño esa parte de mí, se quedó varada en un sueño profundo, abrazada a las quimeras que me desterraron de la desdicha.
Me alejé de mí para reencontrarme…
Hoy vibran mis latidos,
vivo y soy feliz.
Llora mi alma,
despertó renegando de mí, de no luchar por lo que realmente ella anhela.
Me acostumbré a vivir tratando de no salir de lo establecido, caminar por la vereda y cruzar sólo donde está permitido. Siempre esperando la señal para avanzar…
Internamente, dejo que mi sentir fluya para luego ser retenido en la celda autoimpuesta.
Mis manos palpan mi rostro, no hay lágrimas, «llora mi alma.»